viernes, 8 de julio de 2011

• 2º Fanfic "Tiger and Bunny" •

Ocurrió el martes


Ocurrió el martes, mientras descansábamos erróneamente de un día exhausto. No lo tenía planeado. Para ser honesto, la idea de pasar todo el día en sesiones de foto, entrevistas y presentaciones en vivo, no son lo mío. Sé que dijo “trabajo es trabajo”, pero ni él mismo lo soporta. Aún cuando considero que la está pasando menos fastidiado que yo el proceso, porque no lo asfixian de preguntas y fotos. Como siempre, suertudo.
No culpo a nadie de ese momento. De ser otro mediocre, diría “fue mi debilidad, el momento, la oscuridad” pondría cientos de excusas con tal de anular ese movimiento. MI movimiento. Contrario a lo que pueda pensar de mí mismo, esa batalla interna no me llevó a ningún lado, solo ocurrió. El martes, ese día exhausto y agotador que nos empujó al filo de la noche, a una ronda de copas en un bar cercano. Ahora sé que debí ser más enérgico.
Entrando por esas nada lujosas puertas, observando su anatomía moverse con tranquilidad, a gusto, costumbre de tantas otras veces, ¿quizás? Puede ser, tanto como pudo ser cierto que mi yo lo acompañó a cada paso que daba por pasillos bulliciosos hasta la sala adecuada y donde nos ubicó la camarera. Mesas de altísimas divisiones. Casi privadas de no ser por su transparente material de papel y el sonido reinante de miles de carcajadas de los vecinos ya ebrios. ¿Qué estoy haciendo aquí?
-¿Qué beben, guapos? –la camarera nos miraba con emoción, brillantes ojos, boca en expresión estudiada, dientes ligeramente torcidos en un rostro lleno de maquillaje- Para uds, hasta yo misma.
Oigo al viejo hablando y pidiendo su tan acostumbrada cerveza. La camarera coquetea un poco más mientras me cuesta respirar entre el olor a cigarrillo del sitio. Comparto el pensamiento de mi vecino, “este lugar apesta”, sí, muy de mi estilo.
- Oe, Bunny, ¿la viste? –el viejo jala repetidas veces mi manga izquierda y al regresar mi rostro, encuentro una de sus tantas ridículas expresiones- Creo que quiere contigo. –se ríe encantado y gesticulando una obscena cosa con ambas manos.
- ¿Insinúas que debería ir tras ella para satisfacer su necesidad de quince minutos de fama por acostarse con un miembro de Hero Tv? –me acomodo los lentes y lo miro-.
- ¡Ch! No aguantas una broma… -se recuesta en el sillón con otra expresión, una de derrota al no seguirle el juego-.
- De cualquier forma que lo vea, no encuentro útil hacerlo. –lo digo en serio-.
- No es que sea inútil, sólo que tú… ¡Nah, olvídalo! –se incorpora, mira a la camarera acercarse a lo lejos, y ya no está sola.
Junto a ella, otro par de chicas sin uniforme caminan en nuestra dirección. Oh, bien, nuevamente tenemos que actuar.
Por los siguientes minutos nos llenan de atenciones y ellas nos tratan de convencer que son nuestras más fervientes fans. Tal parece, que haber sido cortés con la chica camarera, sí fue inútil. Estoy cansado, no he probado trago de lo pedido y no me estoy relajando. En absoluto. Sí, esta será una de esas ideas absurdas de las que constantemente me arrepiento de seguir. La camarera se retira apurada, su jefe la fue a buscar a nuestra mesa y enojado, la envió a continuar trabajando. Mas sus amigas se quedan para acompañarnos durante la siguiente hora. Internamente estoy ideando cómo hacerle pagar al viejo este agotamiento extra.
¿Cómo pude dejarme arrastrar aquí? Yo tenía planeado ir a casa, ducharme y acostarme. Simple, pero eficiente plan que me arrojaba un consuelo a mi agotado cuerpo. Las luces, flashes, preguntas tras preguntas, poses y sonrisas repito, puede parecerlo, pero no son mi primera opción para pasar un día. Y llega él, me dice que a mi edad pasaba disfrutando de la juventud en compañía de los amigos y descubriendo la ciudad durante la noche, “sin perseguir a nadie por puntos ni el deber”… y con esa sonrisa de confidencia y extrema confianza, sin notar el cómo ni el cuándo, estaba caminando junto a él rumbo a este bar, donde solo he encontrado más trabajo. ¡Ja! Merecido lo tengo, somos distintos. Ni él comprende mi actuar ni yo sus gustos. Me apuro el vaso de un solo movimiento hasta dejarlo vacío. Y no, no es la cerveza que pidió. Eso es seguro, porque me quema la garganta y me escose la lengua. Pero ni un solo gesto dejo salir, no sería propio de mí.
La mujer a mi costado no ha parado de hacer preguntas. De dónde soy, cuántas novias he tenido, qué talla es mi calzado y si estoy saliendo con alguien en este momento. Antes de responder a la última de ellas con otro repetido “qué curiosa eres”, un peso se presiona a mi costado y ruidos se escuchan del otro lado de la mesa.
- ¡Espera, oe! No lo estarás diciendo en serio, ¿no?
- ¿Y por qué no podemos? No soy casada ni tengo novio y me muero por estar contigo… ¡Con alguno de los dos! –terminó más contenta de lo esperado cuando miré en su dirección-. …o con los dos, si quieren. –su sonrisa fue lobuna-.
- ¡Eso no, Esther! –la mujer a mi lado se aferra a mi brazo derecho, jalándome con fuerza hacia su pecho y haciéndome regar mi innumerable vaso de whisky-. Tu escogiste antes de venir, ahora, no hay cambios. Él es mío.
- Tonterías. Yo elijo al que se me venga en gana, para eso soy la mayor. –se mofó por lo alto y para afirmar su teoría, corrió su escote más de lo apropiado, dejando a sus bamboleantes senos, danzar en la cara del viejo a su lado-. Y este me gusta. Tiene una cara de pervertido y juguetón que me hace querer empezar ahora mismo… -se arrojó de lleno a su cara con ademán de realmente empezar lo que sea que eso signifique en su atolondrada cabeza-.
- ¡Espera, espera! –la sujetó de los brazos y esquivó la boca de la mujer-. Señorita, compórtese. Está en un lugar p… -el viejo luchaba con ella-.
Algo en mi bebida debía estar mal. O eran mis gafas. O era el maldito humo del lugar, pero ciertamente, ¿esa mujer dijo que el viejo le gustaba? Es decir, ¿él?
- Jooo, Esther. El dueño nos querrá sacar si sigues haciéndolo gritar. –mi compañía habló relajada, como si fuese el más natural de sus comportamientos-. En fin… -dedos deslizándose por mi muslo sin rumbo seguro-. ¿Deberíamos dejarlos solos e irnos por nuestra cuenta? –mano peligrosamente cerca a mi entrepierna-.
- ¿Qué cosa? –no relataré el salto indigno que di para alejarme de ella-.
- Ey, se te escapa, linda. –dijo la otra mujer-.
- ¡Jooo, no voy a morderte! –una sonrisa nada virginal se asomó en su cara-. Al menos, no hasta que sangres…
- ¿Bunny? –la voz dudosa del viejo la escuché en mi oído-. ¿Te diviertes?
En mi estado de alerta, aún pude reconocer el tono alarmado y “nos vamos si tu quieres” que usó. Frágil señal para un escape si así lo pedía.
- ¿Querrá usted? –no pregunten por qué lo dije-.
- ¿Eh? –por fin lo miré de nuevo, y vi cómo la mujer estaba enroscada a su cuello olisqueando por allí-. ¿Qué?
- Si fuera tan fácil… -de verdad, me enojé tanto por la cara de lujuria que tenía la mujer llamada Esther, satisfecha de haberlo escogido a él-. …ya estuviera de pie yendo a la salida, ¿no?
- …ah –la mujer hizo algo, en alguna parte que no pensaré más-. No, espere, eso no debe… -empezó a empujarla con mayor convicción que antes.
- Eh… Barnaby-san, ¿quiere venir…se a mi casa? –mi acompañante volvió al ataque cerrando la corta distancia que me alejaba de ella-. Porque puedo hacer mejores cosas que mi hermana allí alado –enterró sus uñas en mi costado y eso fue todo-.
Por un breve segundo pensé en quitarla de mi camino a empujones, pero recordé que no soy un personaje cualquiera. Soy una imagen pública, muestra de vanguardismo y elegancia, no presa de mis arrebatos. Conquistador, a tenor de las revistas que plagaban el estante de mi pieza, ¿por qué debía sulfurarme y estallar por alguien como ellas? El único culpable de todo esto lo pagaría en su momento, pero ciertamente, no lo era este.
- ¿Cómo debo llamarte? ¿Lisseth o Lizzy? –desplegué todo mi encanto en esa sonrisa-.
- Oh, nyaaah… -prácticamente ronroneó con eso-. Lizzy, Lizzy… me encanta que me digan así. –se movió más cerca y casi sube a mi regazo, claro que la detuve en su avance-.
- Bien, entonces, ¿qué les parece si llamo a un taxi para que nos lleve a un sitio… más privado? –su boca parecía salivar cuando acaricié su oreja-.
- ¡Oh, en serio! –la otra soltó un alarido y la vi levantarse de encima del viejo-. ¡Estupendo! Muero de ganas de conocer tu apartamento, ¿es tan lujoso como se dice en las revistas? –el viejo se incorporó enseguida-.
- Lo es más, ¿no es así, Tiger-san? –golpeé su costado con el codo, esperando que entendiera el mensaje-.
- Oh, ¡claro que lo es! El lujo se refleja en cada… en cada esquina –un movimiento extraño en su cintura y el sonido de un zipper quedó registrado en mi oído-.
- Bien, déjenme hacer una llamada. Con permiso. –la mujer en mi costado me dio plena libertad para salir de allí, no sin antes palmear mi trasero. Ese viejo juro que me las va a pagar…-
- Dile que no tarde tu chofer… no, espera, ¿dijo taxi? ¿Qué, no tienen limosinas o algo mejor? –la mujer de pechos grandes le habló al viejo-.
- Eh… no hoy. Ustedes entienden, es noche de copas y chicas hermosas… No queremos testigos –y se rió estúpidamente.
- ¡Oh, qué ricoooo! –la mujer aquella pareció complacida con la respuesta, por lo menos-.
Mientras ellos hablaban, ya había localizado el nombre del bar y llamado a recepción. Pedí un taxi para dos mujeres y pedí que llegara lo más breve posible, por fortuna, el que me atendió me dijo que fuera de los bares suelen haber hileras de taxis esperando por quien los solicite. Le agradecí y le pedí que llevara a nuestra mesa lo más fuerte que tuviera para cuatro personas. Sí, creo que no debo ni comentar lo extrañado que estuvo el tipo cuando supo que llamaba desde su propio local.
Regresé al asiento, esta vez, sentándome al filo. De tal manera, que el viejo se vio rodeado de ellas. Estaban ebrias, pero aún recordarían todo y empezarían a emocionarse demás si no las llevábamos a donde ellas querían. Bien, entonces, iría a darles algo en qué soñar pronto.
La mujer a mi costado empezó a tocarme de nuevo, queriendo ganar terreno. Supongo que está acostumbrada a ser sometida y conquistada, que ser ignorada. Ganándome uno que otro beso maloliente en mi mejilla, comprobé que así lo era. Más adelante, el viejo tenía a la mujer de pechos gigantes recostada sobre su pecho y queriendo llevar su mano más lejos de su ropa. Este escapaba de eso y la tenía en el juego de quien gana al final.
Y aún cuando sabía que estaba ebria, atolondrada por el alcohol y un claro caso de mal gusto, ¿por qué lo escogió a él? No tenía nada que pudiera superar mis propios encantos, ni cuerpo ni cara. Entonces, ¿por qué la mujer potencialmente más atractiva lo había preferido a él desde que lo vio? ¿Y qué fue eso de pervertido y juguetón? Impensable, confesiones de ebrios y locos. Antes de continuar mirando mal en su dirección, llegó la bebida.
En hábiles quince minutos, habían acabado sus dos vasos de whisky y empezaban a dormitar encima de nosotros, llamé con un gesto al mismo camarero que nos atendió y pedí que me ayudara a sacar a las señoritas. Me miró con cara de “hágalo usted mismo”, pero al final hizo lo pedido, no sin una buena propina. Al cabo de otros minutos perdidos de mi vida, por fin el taxi arrancaba llevándose en el asiento trasero a Lizzy y Esther, dejándome libre para poder cobrarme mis propios males al causante de todo. Giré para encararlo con la peor de mis miradas.
- Todo esto fue culpa suya.
- Ah… sí, creo –empezó a rascarse la nuca y a mirar el piso-.
- Sabía que no descansaría nada viniendo a un sitio como este y aún así…
- ¿Y por qué viniste si lo sabías? –su mirada era profunda y su cuerpo erguido-.
- … -me encontré sin nada qué decir-.
- Escucha, Bunny… No mentí cuando te dije que disfrutar de la juventud a tu edad es parte crucial de la vida, aún haciendo lo que hacemos, creo que merecemos un momento para salir de las tensiones. –lo miré fastidiado, con un claro “¿a esto llamas relajarse?” – Sí, comprendo. No resultó como esperé, pero sin duda nos divertimos, ¿nah? –me palmó la espalda-.
- Ciertamente no lo creo. –él bajó la cabeza abatido-. Consiguió que casi pierda la compostura allí dentro. Casi le quita el antifaz la mujer de los pechos grandes y no vi ni un atisbo de que eso le importase, me arañó la espalda la mujer que estaba a mi lado y por poco la empujo del espanto. ¿Sabe lo que eso hubiera causado a mi prestigio? –cuando terminé giré para verlo, pero me encontré con él llamando un taxi, sin haber prestado atención a lo que dije-.
- Ok, ok… sin embargo, vamos a tu casa primero, necesitas dormir algo. Regáñame todo lo que quieras luego. –Y sin más, abrió la puerta del taxi esperando por mí. Respiré hondo y entré. Lo último que quería era seguir despierto y oliendo a perfume barato combinado a alcohol.

Lo siguiente que supe fue que estábamos entrando a un túnel. Ensimismado en mis pensamientos, no me fijé de lo peligrosamente cerca que estaba el viejo de mí. ¿Se había quedado dormido? Esa idea me hizo enojar. Lo empujé hacia la puerta cerca suyo, sin embargo, fue maniobra equivocada… tenía su mano aferrada a mi hombro, llevándome con el impulso también a mí. Ahora que lo pienso, quien estaba arrimado a quién, sin duda era yo.
Pude oler el perfume almizclado de la mujer de enormes pechos emanando de él. En ese par de segundos, el recuerdo de los eventos pasados volvió con fuerza, haciéndome revivir la incomodidad y las ganas de patearlo de antes. Él me miró sorprendido de hallarme sobre su costado, pronunció un suave “buenos días” y eso bastó para hacerme alejar al instante.
- ¿Qué está haciendo, ojisan? –le dije malhumorado-.
- Ey, no fui yo quien buscó dónde acurrucarse –usaba su cazadora para abanicarse mientras miraba el techo-.
- ¿¡Quién hizo qué!? –gritar en un taxi con alguien viendo todo como chofer, no es el mejor de los actos-. Olvídelo -.
Quería salir de allí en ese preciso instante, bajarme donde sea que estuviera. Me maldije un par de veces por nuevamente, dejarme arrastrar a sus planes. ¿En serio pensaba que ir en el mismo taxi era buena idea? El alcohol me empezaba a hacer efecto, eso era.
- Lo lamento, ¿sabes? –me pareció oír. Lo miré para asegurarme de ello.
- ¿Sobre qué? –allí voy de nuevo-.
- Lo que acaba de pasar… -gesticuló con señales apuntando hacia atrás-. Ese bar me parecía agradable, nunca entré antes, pero se veía suficientemente anónimo para nosotros –hacía girar su cazadora en los dedos-. No quería causarte ese estado –me miró fijamente-. Lamento el haberte molestado. –y con una facción de arrepentimiento, se disculpó. Y yo no sabía qué decir de nuevo.
- …ah, de acuerdo. Culpa suya y culpa mía –me relajé un poco colocando mis brazos sobre cada pierna, ocupando más de la mitad del asiento en ello-. Yo… yo también quería pasear despreocupadamente por las calles y beber algo sin ser reconocido –le dije-. Supongo que por ello acepté ir. –lo miré con el ceño fruncido-. Sin embargo, nada justifica el que coqueteara durante ese tiempo.
- ¿Eh? –su cara de desconcierto era un poema-.
- Si no hubiera coqueteado con la camarera, ella no hubiese llamado a sus amigas y por tanto, no se hubiera desperdiciado esta noche –él me miraba sorprendido y dudoso-. No tuviera que oler a mujer barata ni me hubieran tocado como… -ok, demasiada información-. ¡Esa mujer tenía las uñas largas! –me defendí ante la cara de mofa que él empezó a poner-. Oh, qué más da. ¿De qué sirve si solo era yo el incómodo allí? –dije agotado-.
- Un momento, yo tampoco me sentí a gusto de ser abusado sexualmente –dijo riéndose y burlándose de mí. A lo que se ganó una mirada de muerte-. Ok, ok, tampoco así… pero si no te fijaste, no estaba siendo tratado bien, me estaba presionando y utilizando –lo miré de reojo sopesando sus palabras- …como un apetecible juguete sexual. –se abrazó a sí mismo dramáticamente-.
- ……………………señor, pare aquí, por favor. –me bajaría inmediatamente de allí o haría algo placentero, pero criminal-.
- ¡Ehhhh, no! No es cierto, no es cierto. Continúe –me agarró del brazo que tenía estirado para pagarle la carrera al taxista y luego me miró-. Ya entendí, no estás de humor para nada…
- …menos para bromas. –le dije molesto y acomodándome los lentes-.
- Sólo quería relajar la tensión…
- ¿Parezco más relajado? –le pregunté con un escepticismo grave-.
- No, solo tu cara habitual… Ok, es broma, ¡broma! –hice otro intento por bajarme-. Por si no lo notaste, era en serio cuando dije que no la pasé bien con ella encima de mí, no muy diferente a lo que te pasó, pero yo no…
- Eso es lo de menos, el cuánto más o cuánto poco le gustó al otro. –le dije cruzándome de brazos y piernas, mirando a la ventana-. El caso es que pasó… -se quedó en silencio y se colocó en la misma posición que yo-. …y ni que ojisan estuviera mejor que yo. –se me escapó-.
- ¿Dijiste algo? –me miró. Yo estaba en shock, lo había dicho sin pensar, pero al parecer, no había sido oído.
- Nada…
- ¿Seguro? –repitió-. Me pareció oír…
- ¿Podemos llegar sin tener que volver a discutir cosas inútiles? –mi tono era fastidiado, aún cuando no lo estaba del todo-.
- … -callado como estaba, su escrutinio de mi faz era potente-. Bien. Iremos en silencio hasta tu apartamento. –sentí girarse a la ventana por última vez.

Esto no era lo esperado. Durante el trecho que faltaba para llegar a mi apartamento, empecé a sentir los efectos claros del alcohol en mi sistema. Mirando por la ventana como quedé, lentamente empezaron las luces de la ciudad a ser nubarrones indistinguibles. Cada movimiento del auto hacía que mi obnubilado cerebro doliese y me hiciera oír cosas extrañas, susurros perdidos que no alcanzaba a entender. Recordé que no recordaba cuántos vasos de whisky había bebido, solo el sabor amargo deslizándose por la garganta. Cosa rara, en mi estado, las sensaciones eran más vívidas, amplificadas al cien por ciento, incluyendo el renuente olor de la mujer que me hizo compañía.
En eso estaba, cuando el taxista habló preguntando si se detenía fuera del edificio o entraba al estacionamiento. El viejo contestó por mí, estoy casi seguro de eso. Bajé del auto una vez se hubo detenido y fue ver al piso moverse a mis pies. De no ser por el viejo, creo que hubiera caído.
- ¿Oe, estás bien? –me habló al oído y fue un choque hacia mi espina dorsal-.
- S-Sí, sólo mareado ligeramente –me incorporé como pude y quise pagar la carrera, pero el auto arrancó en ese momento-.
- Tranquilo, pagué yo. –se acercó e intentó deslizar su brazo por mi espalda, a lo que yo me negué-. No podremos llegar pronto si vamos a tu paso.
- Pero sí puedo caminar solo… -le dije, aún cuando sabía que era mentira-.
- Lo sabremos cuando estemos caminando, ¡vamos! –jaló de mi brazo y a fuerza me arrastraba. Nada digno, nada suave. Aunque pudo serlo, pero en mi estado, el menor movimiento era intenso-.
El perfume que respiraba me estaba asfixiando. Llegamos al ascensor y él me soltó apenas entramos. Me recargué en una pared y lo vi teclear los números de mi piso. Empezamos a movernos y casi resbalo con el efecto succión. No explicaré de nuevo que estando sobrio, nada me causaría esto. Él se arrimó a mí de nuevo.
- Sé que no lo soportas, pero apóyate en mí, Bunny. –no me miraba-.
- ¿No soporto qué? –sin ánimos para seguir discutiendo, me sostuve de la chaqueta que usaba, sólo de una manga, no iba a parecer demasiado miserable si mis vecinos me veían-.
- Ya casi llegamos… -escuché una ligera risa-. …y dormirás-.
La puerta del ascensor se abrió y no me volví a tambalear. Caminamos los pocos pasos hasta mi puerta y me acerqué a teclear la contraseña… pero algo salió mal, porque se escuchó el pitido de clave incorrecta.
- ¿Qué demo…? –intenté de nuevo, pero ocurrió lo mismo-.
- ¿Sucede algo? –preguntó pensativo-.
- Eh… no, nada… -me restregué los ojos con mi pañuelo, si no digitaba correctamente la siguiente vez…
- “Clave incorrecta, se desactiva la opción de entrada por precaución”
- ¡Con un demonio! –renegué. Fallé por tercera vez-.
- ¿Qué fue eso? –se acercó donde estaba.
- Es el protocolo de seguridad. Si no se ingresa la clave correcta, se desactivará por los siguientes quince minutos. –dije estrellando mi puño a la pared-. Y pronto serán las dos de la mañana…
- ¿Y qué importa que sean las….? –no terminó de decirlo, porque se apagaron algunas luces del corredor, quedando una ligera iluminación, tal como yo lo requerí cuando la programé-.
- ¿Eso responde a tu pregunta? –me deslicé por la pared, cansado-.
- Uhm… una parte, pero puedo esperar por la otra –y se sentó cerca de mí-.
- Esto no debía pasar… -me lamentaba con mi cara apoyada en los brazos que reposé en mis rodillas-. Nunca había pasado antes, no debía… -me olvidé que tenía compañía esos segundos de reflexión conmigo-.
- …ah, ya veo –escuché cerca de mí-. Pero quince minutos pasan sin sentirse, esperaremos y luego la abrirás –lo dijo totalmente convencido-.
Sé que debía quedarme donde estaba, como estaba y en la forma en la que estaba. Pero no pude evitar querer preguntar, más por plena curiosidad que por cortesía, la que añado, no sentía en lo más mínimo.
- …¿acaso oí decir que “esperaremos”? –levanté la mirada viendo al frente-.
- Ah… algo así, ¿por qué? –escuchaba un movimiento de tela, en esa oscuridad-.
- Seré más directo, ¿por qué sigue aquí? –pregunté realmente desconcertado-. Ya me trajo a casa, estoy a unos pasos de entrar en pocos minutos, ¿por qué continúa en el edificio? –ahora sí empezando a molestarme-.
- …¿Cortesía? –y empezó a reír estruendósamente-.
- Hablo en serio… -la cabeza doliéndome de forma palpitante-.
- … -se quedó en silencio, me atreví a buscar su figura en esa tenue claridad, para fortuna, mis ojos se estaban acostumbrando al ambiente-.
- Estás ebrio y no estás seguro aquí afuera, ¿qué se diría de mí si te dejara solo en este sitio? –su mano palmeó mi espalda de nuevo para luego aferrarse de mi hombro derecho. Yo parpadeé confundido-. Cuando entres y te vea acostado en tu cama, luego de cantarte para arrullarte, me iré a la mía…
- ¿Qué? –grité sorprendido-.
- ¿Ah? ¿No te gustan que te canten? Bueno, sin canciones entonces –y volvió a reír fuertemente-.
- Por favor, no soporto el dolor de cabeza, pare de reír –me llevé una mano a la sien intentando aminorar el peso, haciendo algo para reducir la presión allí-.
- Oh, de acuerdo… -tres palmeadas más y empezó a entonar una melodía-.
Tal vez fue el alcohol, presumo que así fue, pero encontré la música bastante rítmica y fácil de seguir con reflejos de mi bota sobre el piso. Bastaron otros pocos minutos más para encontrarme tarareándola por lo bajo y sonriendo como el viejo lo hacía. Es que verlo en acción, gesticulando con casi todo su cuerpo, ebrio como estaba yo, me causaba risas sino burla. De pronto recordé mi enfado inicial, me quedé callado analizándome. Él se dio cuenta, porque paró todo movimiento y enfocó su mirada en mí.
En el corredor no había nada ni nadie más que nosotros, pero se sentía lleno, como si ocupáramos todo el espacio sin apenas movernos de nuestros improvisados asientos. Me di cuenta que si me ponía a comprender al viejo desde mi punto de vista, resultaba en esa molestia enorme que terminaba en una pelea entre ambos. Por otro lado, si me dejaba llevar por el momento, como en esa ocasión, el resultado no era satisfactorio, pero podía incluso disfrutarlo. Es decir, lo que me había dicho antes, hacer las cosas por impulso sobre el análisis del siguiente movimiento. Y como el ebrio no se pone a pensar con cabeza fría, tampoco que pudiera estar analizando algo correctamente… Y me aventuré.
- ¿Querrá entrar a tomar algo? –lo miré sonriente, no cuestionen el por qué-.
- ¿Ah? ¿No te has quedado satisfecho? –me respondió girando su cuerpo para verme de frente-. Yo diría que mejor no, mañana la cabeza no parará de dolerte…
- …de acuerdo, pero yo voy a continuar en la tranquilidad de mi casa e intentar relajarme lo que no pude afuera esta noche –intenté levantarme demasiado rápido, por alguna razón, su respuesta me hizo enojar-.
- ¡Cuidado! –resbalé y el viejo amortiguó mi caída con su cuerpo. Seguíamos en el suelo, pero esta vez quedé descansando sobre su pecho. Mi espalda registró el calor de él inmediatamente, su respiración envió vibraciones en mi nuca y el perfume de la mujer de pechos grandes llenó mi nariz. Me enojé mucho más-.
- … –me giré para encararlo y darle una mirada asesina. Dudo que él supiera por qué-. Apesta a trago y a esa mujer –uno hace cosas de las que después se arrepentirá el resto de su vida-. Preferiría que no me tocara –limpié mis hombros de inexistente polvo y me acomodé los lentes-.
- ¿Eh? ¿A qué? –empezó a olisquearse la camisa, las axilas y las manos-. Oh… a ella –me miró de una forma indescifrable-. ¿Cómo te diste cuenta?
- Como si fuera inevitable, es tan barato que inunda los alrededores –seguía limpiando mi ropa de motas invisibles-.
- Bueno, tal vez… pero… -empezó a reírse y palmeó mi hombro de nuevo, más cerca de mí que antes-. Es que parece como si supieras exactamente a qué huelo yo… -y yo sentí un rayo partirme en dos-.
- ¡C-Claro que no! -¿Qué demonios me pasaba? Estaba tan nervioso que quería salir corriendo de allí, por enésima vez esa nefasta noche-. Es que…
- De acuerdo, mala broma… -se arrodilló a mi lado y me acomodó algunos cabellos detrás de mi oreja-. Algunas veces no sé por qué te molesto tanto… -y eso me sorprendió-.
Lo miré tan fijamente que parecía taladrarle los ojos. ¿De qué estaba hablando? ¿Por qué lo había dicho? Necesitaba sacar el alcohol de mi sistema o haría cosas estúpidas… tan tontas como acariciar su mejilla, absurdas como llamarlo quedamente, violentas como limpiarle el cuello con ambas manos hasta dejarlo rojo e incontrolables, como él apoyado en la pared cerca a mi cara al ser jalado por mi mano en su camisa. Profundos ojos de un color indeterminado, me miraban como si pudiesen absorberme. El pitido de la alarma restablecida nos sacó del trance en que caímos.

Por Sanae Machida


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¡Necesitamos continuación!

4 comentarios:

  1. conti conti contiiii....(T_T) soy la misma del Face y ya no e visto que lo sigas .... no me agas sufrir snif

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  2. No quiero hacerte sufrir!! D:
    Pero lo prometido es deuda, he dicho que lo terminaré, pero después de actualizar el fansub :P
    Tranquila, mi propio DiyaStaff está queriendo matarme por dejarlo detenido xD

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  3. Waaaaaaaaaaaah!!!~ me encantooo *O* ~ quiero la continuaaaciooon!! >w< esta muy bueno me encanta la historia y sobre todo la forma en que bunny la narra~ Con gusto leeria la continuacion ¬w¬ ~

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